Pilar Pérez García
Enxeñaría de Telecomunicación | UVigo
La primera ola en Holanda fue muy pequeña y el país vivió la pandemia con cierta relajación. Aunque se nos instó a teletrabajar y salir de casa lo mínimo, no hubo un confinamiento real. Ahora, en diciembre, Holanda se enfrenta a cifras de casos que multiplican por 10 las de marzo. El gobierno ha decidido cerrar los locales de venta de productos no esenciales así como cines, teatros, escuelas, etc. hasta mediados de enero. Las cafeterías y restaurantes están abiertos pero sólo ofrecen comida y bebida para llevar. En la calle no están permitidos grupos de más de 2 personas que no pertenezcan a la misma unidad familiar. El número de visitas se ha restringido a 2 (sin contar a menores de 13 años). En diciembre se ha hecho obligatorio el uso de mascarillas en locales cerrados.
Yo trabajo desde casa al 100% desde marzo y la situación se mantendrá en los próximos meses, hasta después del verano del 21. La mayoría de la gente que conozco también teletrabaja y está muy concienciada en respetar las medidas para controlar la curva.
De todos modos me parece notar un cansancio notable y al mismo tiempo comprensible en la moral, puesto que la situación se alarga y es particularmente difícil para las personas que viven solas. A pesar de todo, Holanda tiene la ventaja de que sus habitantes se mueven principalmente en bicicleta y eso ofrece una gran libertad de movimiento.
La mayoría de mis amigos y conocidos son extranjeros y han decidido no volver a casa por Navidad en vista de la situación actual y de las dificultades añadidas de tener que someterse a pruebas PCR para volar.
La vida virtual (teletrabajo, teledeporte, tele-charlas con amigos) se ha instalado por completo en el día a día, y eso hace mucho más fácil mantenerse en contacto con el mundo exterior.
Ahora se empieza a hablar de las vacunas y eso nos hace ver la luz al final del túnel.