venres, 13 de marzo de 2020

Lidia Giraudo | Licenciada en Bioloxía | Turín


Licenciada en Bioloxía (2009) | UVigo

PhD en Ciencias Biomédicas (2015) | Universidade de Turín
Postdoc no Candiolo Cancer Institute (Turín)

Nunca pensé que me tocaría vivir una situación como ésta. Aquí, en el norte de Italia las prioridades han cambiado. Ahora ya no se sale si no es para lo justo: quien va a trabajar, quien va a cuidar de alguien no autosuficiente o quien va a comprar alimentos o fármacos. 

Industria y cadenas de alimentación siguen activas, pero se ha cerrado todo lo demás, tiendas de venta al público, clínicas de estética, peluquerías, cafeterías y restaurantes. 
Yo soy investigadora, trabajo en un gran hospital oncológico, pero en estos días sólo la parte clínica sigue adelante, hay que proteger a nuestros pacientes, cuyo sistema inmunitario está ya luchando su propia guerra.

Se cumplen ya tres semanas desde que los niños se quedaron sin colegio, pero hace sólo pocos días que la gente entendió bien lo que de verdad era necesario para combatir el Sars-CoV-2: reducir al mínimo los contactos interpersonales. Lo esencial es quedarse en casa, porque si evitamos los contactos, evitaremos el contagio. 

Este pequeño e insidioso virus tiene una capacidad de contagio muy alta, su R0, es decir, cuántas personas consigue contagiar una persona infectada, es de alrededor de un 2.3. Esto quiere decir que una persona conseguirá contagiar a más de dos personas. Mientras siga siendo mayor que 1, la curva de contagios seguirá siendo exponencial. 

Esta pequeña partícula, de camino entre lo vivo y lo inerte, es capaz de unirse a través de su proteína spike al receptor ACE2 de las células alveolares con una fuerza tal que el tiempo de convalecencia es largo, de 2 a 6 semanas. Nadie tiene anticuerpos, nadie está protegido, no hay inmunidad cruzada como sucede con otras enfermedades. 

Todos podemos enfermar de COVID-19. En el 80-85% de la población, la enfermedad provocará síntomas parecidos a los de la gripe: fiebre, tos, malestar, dolores musculares… antes o después saldrán adelante. Sin embargo, en el 15-20% de la población, la infección por Sars-CoV-2 provocará una neumonía grave que requerirá oxigenación y, en muchos casos, ventilación asistida. 

Ningún país está preparado para hospitalizar al 15% de toda su población. El objetivo principal del aislamiento es el de ralentizar los contagios y así dar tiempo al sistema nacional de salud a atender con las curas necesarias a quién lo necesite. Si saturamos la capacidad de reacción del sistema, no todo el mundo podrá ser atendido como debería, y ahí si, la enfermedad será más peligrosa.

En estos tiempos, donde todo va a gran velocidad, y donde estamos acostumbrados a correr de un lado para otro intentando ganar tiempo para después perderlo, una pequeña hebra de RNA ha venido desde el otro lado del mundo para recordarnos lo pequeños que somos, que aunque estemos modificando a pasos agigantados nuestro entorno y el planeta en el que vivimos, la Naturaleza puede aún darnos una gran lección. 

Este virus, que mutando pasó de un animal al hombre y de ahí al resto de la humanidad, ha venido para recordarnos que hay que parar y ahora nos obliga a disfrutar de lo realmente importante, la familia, intentando mantener una cohesión social que nos permita, juntos, bloquear la pandemia. Nada tiene sentido si no remamos todos juntos en la misma dirección. 

Médicos y personal sanitario están dándolo todo, las terapias intensivas se están llenando de pacientes COVID-19 positivos, con neumonías graves, y que necesitan ser aislados de los otros pacientes, también ellos en estado grave por otras circunstancias. Estos grandísimos profesionales están haciendo turnos masacrantes, sin poder beber, comer, ir al baño, a veces sin ni siquiera poder volver a sus casas porque han tenido que entrar en aislamiento por posible contagio. Muchas veces, son ellos, la primera línea, los médicos de cabecera, los que no tienen sistemas de protección individual como las mascarillas. 

La protección civil y los cuerpos de policía controlan que todo fluya, pidiendo a los automovilistas que exhiban la autocertificación que diga porqué hemos salido de nuestro domicilio. 

El personal de las farmacias y de los supermercados están haciendo una grandísima labor, nos permiten volver a casa con esos bienes de primera necesidad que hemos comprado online. 

Los transportistas, los que trabajan haciendo que todo lo que compramos pueda llegar de la fábrica a nuestras casas. 

¿Y qué decir de l@s biólog@s? Esos maltratados personajes que trabajan en los laboratorios de medio mundo intentando aislar y secuenciar, testar y producir fármacos o vacunas que servirán al resto de la sociedad. 

Todos ellos deben ser nuestros nuevos héroes, muchos, como el personal sanitario, anteponiendo la salud de los demás a la propia, las necesidades de la colectividad a las individuales. Ell@s son de verdad los héroes de esta lucha. Recordémoslo cuando haya que recortar costes innecesarios. 

Italia avisa, hay que prepararse muy bien, sobretodo, para la población general, prepararse psicológicamente. Es la primera guerra que se ganará desde nuestras casas. Será difícil, pero todos juntos podremos conseguirlo.