Mestrado Universitario en Libro Ilustrado e Animación Audiovisual (2015) | UVigo
Profesora de Artes Plásticas, deseñadora e ilustradora independente/freelance
Hace poco menos de un año mi esposo y yo volvimos de Canadá. Una escuela en la Ciudad de México (CDMX) me ofreció ser profesora de Dibujo y Escultura en bachillerato; aparte, Vancouver no nos enamoró para quedarnos. A pesar de que nos costó tomar la decisión de volver por la situación actual de México, casa siempre es casa y uno se acomoda porque sabe cómo funciona. Vivíamos en casa de mi mamá y el 1º de marzo nos mudamos a un departamento provisional (con pocas cosas), mientras nos entregan en el que planeamos vivir unos buenos años. Casualmente, en esas fechas se dieron los primeros casos de COVID-19 en México y la distancia que buscábamos al salirnos de casa de mi madre ha sido enorme y forzada.
Desde agosto doy clases dos días a la semana y los otros me dedico a ilustrar y diseñar como independiente. Días antes del encierro, llegó a casa "La inesperada amiga de Carlos", libro que pasé ilustrando todas las navidades y ahora me acompaña. Profesionalmente no he parado; las clases siguen a distancia y las entregas tienen fecha; por lo tanto, económicamente mi situación no ha cambiado mucho.
Ha sido un golpe muy fuerte trasladar las clases del aula a una computadora. El año pasado descubrí el placer que me da enseñar a jóvenes que están en una etapa de curiosidades, preocupaciones y hallazgos, pero en marzo de 2020 tuvimos que dejar de convivir y trasladar una clase práctica llena de emociones a una pantalla. Uno pensaría que los “millennials” la tenemos más fácil, sobre todo yo que siempre he sido freelance, pero este proceso ha sido difícil. Pienso en lo duro que debe ser, como adolescente, no poder pasar tiempo en la escuela, no ver a tus cuates, a tus amantes, no poder jugar en el recreo, no poder salir de fiesta ni portarte “mal,” estar solamente con quienes están encerrados contigo. Me envuelve esa desesperación porque a mí, de 31, que llevo una vida más calmada, que mis batallas y alegrías son otras, que me considero lo más libre que puedo ser dentro y fuera de casa, me está costando. Tengo ganas de salir a correr, a gritar y a abrazar. De poder bailar rodeada de gente, de tener un salón lleno de personas creciendo conmigo.
También canto en el Mariachi Charanda, formado por pura familia. En una semana sería la presentación del nuevo disco, el cual llegaría el 15. Ni una ni la otra han podido ser. La tocada se pospuso a junio. La incertidumbre nos cala y simplemente deseamos que sí sea ese día, que podamos celebrar en tribu la libertad y la vida, el estar juntos inmersos en la música, otra vez.
Aquí tengo mi computadora y mi tableta para seguir trabajando y creando, pero me faltan libretas, lápices y pinturas que dejé antes de venir. Me falta llorar con mamá. Me falta cantar con papá. Me falta abrazar a mi sobrino y chismear con mi hermana. Me falta creer que puedo ver a mis amigos y amigas, aunque los procure poco. Me falta el tacto, la energía y el calor de la gente.
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